martes, 31 de enero de 2012

TODOS TENEMOS DERECHOS.

Todos tenemos derecho
a vivir con dignidad,
a que nunca nos falte
el trabajo, techo y pan.

Todos tenemos derecho
sin importar la religión
nuestro origen y sexo,
y cualquier otra condición.

Todos tenemos derecho
a no estar desamparados,
a tener una educación,
y no ser discriminados.

Pero algunos gobernantes,
los derechos pisotearon,
porque se han olvidado,
de los niños y los ancianos.

Cuantos pobres y mendigos,
pasando frío en las calles,
sin que ningún gobierno,
se preocupe y los ampare.

No cobijan a los niños
ni les tienden una mano,
son solos unos mendigos,
vestidos con harapos.

Se encuentra desprotegido
el derecho al ser humano,
parece que se ha perdido
el amor humanitario.

Corrijamos los errores
que otros han cometido,
reclamando a los gobiernos
exigir que sean cumplidos.
Arjona Delia 

martes, 17 de enero de 2012

No te dejes llevar por los demás.

Daniela era una chica inteligente, tenía 16 años pero no los aparentaba. Era muy madura para su edad y los adultos quedaban sorprendidos tras mantener una conversación con ella, ya que no podían creer que una adolescente tuviera sus ideas tan claras.
Mostraba una personalidad muy fuerte y a veces daba la impresión de que podía convencerte ya que sus argumentos eran especiales y sabía exponerlos a todos de una manera increíble.
Era mi compañera de ballet clásico desde hacía unos meses, y me esforcé por conocerla ya que me parecía una persona muy divertida y poco a poco formamos una amistad enorme.
En ocasiones podía observar como ella daba su opinión ante todas las situaciones, sin importarle si las demás opinaban diferente y eso me gustaba, porque era una de las pocas personas que conocía que tuviera en segundo plano las opiniones ajenas.
Un día estábamos todas en el vestuario, acabábamos de salir de la clase de ballet y una de nuestras compañeras comenzó a llorar. Nadie supo como actuar, y Daniela se acercó a hablar con ella. Cuando quisieron darse cuenta todas habíamos formado un círculo a su alrededor y gritábamos ofreciéndole ayuda a Alicia ,que no paraba de sollozar.  En un par de minutos comprendimos que necesitaba hablar, y quería que la escucháramos detenidamente.
Salimos al pasillo y hablamos con nuestra profesora, teníamos una complicidad especial con ella y sin preguntar, nos ofreció una sala para que pudiéramos hablar cómodamente. Hicimos un círculo enorme y cuando se tranquilizó empezó a contarnos lo que le ocurría.
Tenía novio desde hacía unos 8 meses y se había quedado embarazada.  Nos decía que no podía creerse que le estuviera pasando eso y que no sabía qué opción era la correcta, ni siquiera sabia si existía esa opción.
Pude comprender como se sentía, su voz temblaba y cada palabra iba acompañada de alguna que otra lágrima. Todas estábamos anonadadas y no sabíamos que decir. 
De repente una se atrevió a romper aquel silencio diciéndole a Alicia que debía elegir entre abortar o seguir adelante. En ese momento se formó un barullo, cada una daba su opinión y no se daban cuenta de que así no sacábamos nada en claro. Hicimos una ronda de consejos, y todas tenían algo en común; aconsejaban a Alicia que abortara. La única que destacaba era Daniela ya que le recomendó la opción contraria ofreciéndole unos argumentos constructivos y convincentes. Todas empezaron a criticar a Daniela, la tomaban por una loca ya que había aconsejado a aquella adolescente seguir adelante con su embarazo.
Alicia reflexionó sobre aquellas opiniones y tras un tiempo, se dio cuenta que no siempre la mayoría debe tener la razón. Ella hizo caso a los consejos de Daniela y todo le fue mucho mejor de lo que esperaba. Aquello había sido una gran lección en muchos sentidos; aprendió que gracias a una persona que no se dejó llevar por las opiniones de los demás y que no se mostró indiferente ante esa situación había tomado una buena decisión y descubrió que a veces todos actuamos de forma pasiva siguiendo ciegamente al resto, considerando que saben perfectamente lo que hacen y sin barajar la posibilidad de que pueden equivocarse.


“ Dejarte llevar por la corriente podría significar permitir que tus sueños se vayan ahogando uno a uno. ”